Recuerdo muy bien mi primer encuentro con una fotografía 360°, fue una noche mientras revisaba Facebook y vi una imagen de caño cristales que había compartido un compañero de la Cruz Roja.

El lugar llamó inmediatamente mi atención, sin embargo la sorpresa fue cuando descubrí que a diferencia de las demás, esta foto me permitía ver en todos los ángulos, incluso hacia abajo y arriba sin rastros de un trípode o algo similar, ¿cómo lo hicieron?, inmediatamente busqué el perfil de aquel fotógrafo y encontré que correspondía a alguien llamado Mario Carvajal, por los comentarios noté que éramos muchos los sorprendidos y curiosos ante esta característica que la red social apenas había lanzado hace 2 días.

Motivado por la curiosidad comencé a investigar y descubrí que este fotógrafo era un experto en este tipo de fotografías y publicaba sus truquitos y recomendaciones habitualmente en sus redes sociales, varios de ellos orientados a producir imágenes con esta técnica a una calidad excepcional con equipo low cost incluso. En uno de sus apartados me encontré con la comunidad de fotografía360.org liderada por él mismo y a través de la cual se propuso diseñar una rótula de fabricación casera que permitiera tomar fotografías con calidades comparables a los grandes fabricantes profesionales del mercado.

Francamente los elementos caseros, no eran muy caseros y menos para alguien que vive en una ciudad relativamente pequeña, sin embargo pronto concluí que mi círculo de amigos podría ayudarme en esto, y así lo hicieron al verme tan motivado con el asunto.

Lo primero por conseguir era el acrílico de 8mm y donde lo cortaran; para mi fortuna mi amigo Jhon, uno de mis más cercanos, trabajaba en Bogotá y casualmente en temas de publicidad, al contarle la idea, el inmediatamente buscó un lugar, mandó a cortar el acrílico y me lo envió hasta mi ciudad. Este fue un gran avance, ya que además me regaló estos implementos y el costo del envío, sigo tremendamente agradecido por ese gesto.

El segundo paso sería la tornillería. Con ello no tuve problema, mi amigo Yeyo contando con una ferretería me asesoró y allí encontré casi todos los elementos, algunos que no tenía me los ayudó a fabricar y otros se consiguieron por encargo.

De estos ingredientes solamente faltaba uno, el pegante (cloruro de metileno), ¿quién creería que sería tan difícil de conseguir? Un recorrido por todas las ferreterías y vidrierías de mi ciudad fue en vano, por lo cual encomendé la misión a otro amigo, Fernery y su esposa quienes viajaban a una ciudad principal y tras preguntar en más lugares tampoco lo consiguieron. Posteriormente a otro amigo, Daniel quien realizaba algunos trabajos eléctricos en esa ciudad le encomendé esta misión, por fortuna si encontró un sitio donde distribuyeran este químico, ahora el problema era que se lo vendieran. La historia cuenta como estuvo más de una hora en aquel lugar escuchando una serie de interrogantes hasta por el dueño del sitio en relación al uso que le daría al cloruro de metileno, no se a ciencia cierta para que más servirá este químico en nuestro país, pero llama la atención ese hermetismo para conseguirlo. Una vez mi amigo dejó hasta una copia de su documento de identificación para que le verificaran sus antecedentes, aceptaron finalmente venderle media botellita del cloruro, por valor de $8.000 COP (aprox $2.5 USD), realmente no necesitábamos tanto pero menos de eso no vendían.

Con todos los elementos ya listos para armar la rótula, revisamos con Yeyo qué faltaba y descubrimos que no teníamos en el momento un taladro de mesa. La solución fue acudir a otro amigo, Germán, quien es aeromodelista y tiene un modesto taller en casa para armar sus aviones (divertido hobbie), concretamos todo para el jueves en la noche y arrancamos el paso a paso para armar la rótula.

Allí todo ya fue paciencia y cuidado, Yeyo, Germán y Fernery se dedicaron a hacer los cortes, perforaciones y el armado paso a paso ante una versión de mí que trataba de disimular la impaciencia, como la de un niño que espera el momento de estrenar un juguete deseado.

Así las cosas, “me pusieron oficio” pegando algunos elementos que faltaban junto a Valentina, Carito y la misteriosa ausencia de Angelita quien luego aparecería con una picada (carnes de distintos tipos cortadas en trocitos) y algún trago de aguardiente que ofreció Germán.


En medio del diluvio que se desató aquella noche culminamos la fabricación de la rótula Quimbaya 360 en horas de la madrugada y procedimos a tomar la foto de prueba: Alrededor de 40 fotos con la Nikon D5300 y el lente kit 18-55mm.

Quedó muy bien, aunque debido a mi condición de novato tuve que construir el piso en Photoshop, y a pesar que no fue la primera que publiqué si fue oficialmente la primera tomada y editada.

No imaginaría en aquel momento la cantidad de fotos que ayudaría a tomar este equipo casero, y las enormes satisfacciones que me traería, además del infinito agradecimiento hacia mis amigos por hacer lo necesario por verme feliz tomando fotos. En cada foto siempre debe haber un pedacito de mis cómplices fotográficos.